jueves, 20 de septiembre de 2007

LOS ELEMENTALES...





La ortodoxia de la Edad Media consideraba a los ángeles, demonios y espíritus humanos desencarnados, como entidades personales invisibles. Personificaron a los poderes del bien y del mal, e hicieron de ellos caricaturas y monstruos que volaban de lugar a lugar, tratando de subyugar las almas de los hombres o de sujetarlos a su poder...
El hombre es un instrumento por el cual los tres mundos —el espiritual, el astral y el Elementario— están obrando. En él hay seres de todos estos mundos, racionales y no racionales, criaturas inteligentes y en inteligencia. Una persona sin conocimiento ni gobierno propio, obra impulsado según la voluntad de estas criaturas; pero el verdadero filósofo obra conforme a la voluntad del Supremo Ser, el Creador, que está en él. Si los amos a quienes el hombre obedece son locos, ellos, sus siervos, también obrarán locamente. Es cierto que cada uno cree que él es el amo y señor y que hace lo que quiere, pero no ve al engañador que esta dentro de él, el cual es su amo, y en quien él mismo viene a ser un engañado.
Hay otra clase de espíritus, los Sagane o Espíritus Elementales de la Naturaleza. Paracelso dice tocante a sus cuerpos lo siguiente: “Hay dos clases de carne, una que viene de Adán y otra que no viene de Adán. La primera es material y grosera, visible y tangible para nosotros: la otra no es tangible y no está hecha de tierra. Si un hombre que desciende de Adán, quiere pasar por una pared, tiene primero que hacer un agujero en ella; pero un ser que no desciende de Adán, no necesita hacer ningún agujero o puerta, sino que puede pasar por la materia que nos parece sólida, sin causarle ningún daño. Los seres que no han descendido de Adán, lo mismo que los que de él han descendido, están organizados y tienen cuerpos substanciales: pero hay tanta diferencia entre la sustancia que compone sus cuerpos, como la que hay entre la Materia y el Espíritu".
Sin embargo, los Elementales no son espíritus, porque tienen carne, sangre y huesos; viven y propagan su especie, comen y hablan, obran y duermen, etcétera, y por consiguiente no pueden propiamente ser llamados “espíritus”. Son seres que ocupan un lugar entre los hombres y los espíritus, pareciéndose a los hombres y mujeres en su organización y forma y pareciéndose a los espíritus en la rapidez de su locomoción.
Son seres intermediarios, o Composita, formados de dos partes en una, lo mismo que dos colores mezclados parecerán como un color, no pareciéndose a ninguno de los dos originales. Los Elementales no tienen principios superiores, por lo mismo no son inmortales y cuando mueren, perecen como los animales. Ni el agua ni el fuego puede dañarles, y no pueden ser encerrados en nuestras prisiones materiales. Están, sin embargo sujetos a enfermedades. Sus costumbres, acciones formas, maneras de hablar, etc., no son muy diferentes a las de los seres humanos: pero hay muchísimas variedades, Tienen sólo intelecto animal y son incapaces de desarrollo espiritual.
Estos espíritus de la naturaleza no son animales; tienen razón y lenguaje como el hombre; tienen mente, pero no alma espiritual. Esto puede parecer extraño e increíble: pero las posibilidades de la naturaleza no están limitadas por el conocimiento que el hombre tiene de ellas, y la sabiduría de Dios es insondable. Tienen hijos, y éstos son como ellos. El hombre está hecho a la imagen de Dios, y se puede decir que ellos están hechos a la imagen del hombre pero el hombre no es Dios, y los espíritus elementales de la naturaleza no son seres humanos, aunque se parecen al hombre pueden enfermar y mueren como animales.
Sus costumbres se parecen a las de los hombres, trabajan y duermen, comen, beben y hacen sus vestidos, y así como el hombre está más cerca de Dios así ellos están más cerca del hombre.
Viven en los cuatro elementos; las Ninfas en el agua, Las Sílfides en el aire, los Pigmeos en la tierra, y las Salamandras en el fuego. Son llamados también Ondinas, Silvestres, Gnomos, Vulcanos, etc. Cada especie se mueve únicamente en el elemento a que pertenece y ninguno de ellos puede salir de su elemento propio, que es para ellos como el aire para nosotros, o el agua para los peces y ninguno de ellos puede vivir en el elemento que pertenece a otra clase. Para cada ser elemental, el elemento en que vive es transparente, invisible y respirable, como la atmósfera lo es para nosotros.
Las cuatro clases de espíritus de la naturaleza no se relacionan entre sí; los Gnomos no se comunican con las Ondinas o Salamandras ni los Silvestres con ninguna de aquellas. Así como los peces viven en el agua que es su elemento, así cada ser vive en su propio elemento. Por ejemplo, el elemento en que el hombre respira y vive es el aire: pero para las Ondinas el agua es lo que el aire para nosotros, y si nos sorprendernos de que estén en Agua, también ellas se pueden sorprender de que estemos en el aire. Así pues, el elemento de los Gnomos es la tierra y pasan por las rocas, paredes y piedras como un espíritu, porque tales cosas no son para ellos más grandes obstáculos de lo que el aire es para nosotros.
En el mismo sentido el fuego es el aire en que las Salamandras viven; pero los Silvestres o Sílfides, son los que están en más cercana relación con nosotros; porque viven en el aire como nosotros, se ahogarían si estuviesen bajo el agua se sofocarían en la tierra y se quemarían en el fuego porque cada ser pertenece a su propio Caos y muere si es transportado a Otro. Si ese Caos es denso los seres que viven en él son sutiles y si el Caos es sutil los seres son densos. Por lo mismo tenemos cuerpos densos para que podamos pasar por el aire sin impedimento y los Gnomos tienen formas sutiles, para que puedan pasar por las rocas. Los hombres tienen sus jefes y autoridades las abejas y hormigas sus reinas los gansos y otros animales sus guías también y lo mismo los espíritus de la naturaleza; pero los espíritus de la naturaleza lo preparan por sí mismos. La omnipotencia de Dios no está limitada a cuidar sólo al hombre sino que se extiende a cuidar también de los espíritus de la naturaleza y de muchas otras cosas de que los hombres no saben nada.
Todos estos seres ven el Sol y el firmamento lo mismo que nosotros porque cada elemento es transparente para los que viven en él. Así pues el sol brilla a través de las rocas para los Gnomos y el agua no impide a las Ondinas ver el Sol y las estrellas; tienen sus primaveras e inviernos y su “tierra” les produce frutos porque cada ser vive del elemento de que ha brotado.
Con respecto a la personalidad de los Elementales, se puede decir que los que pertenecen al elemento del agua se parecen a los seres humanos de ambos sexos, los del aire son más grandes y más fuertes; Las Salamandras son largas delgadas y secas; los Pigmeos o Gnomos son de dos palmos de estatura pero pueden extender o alargar su forma hasta que parezcan como gigantes. Los elementales del aire y el agua, las Sílfides y Ninfas son de bondadosa disposición para con el hombre: las Salamandras no se les pueden asociar a causa de la naturaleza Ígnea del elemento en que viven y los Pigmeos son generalmente de naturaleza maliciosa. Estos construyen casas, bóvedas y edificios de extraño aspecto con ciertas sustancias semi-materiales desconocidas para nosotros. Tienen una clase de alabastro, mármol, cemento, etcétera: pero estas sustancias son tan diferentes de las nuestras como la tela de una araña es diferente de nuestro lino. Las Ninfas tienen sus residencias y palacios en el agua; las Sílfides y Salamandras no tienen moradas fijas.
En general, los Elementales aborrecen a las personas presuntuosas y obstinadas, tales como los dogmáticos, científicos, borrachos y glotones, lo mismo que a los pendencieros y gentes vulgares de todas clases: pero aman a los hombres naturales que tienen mente sencilla y son como los niños, inocentes y sinceros; mientras menos vanidad e hipocresía haya en el hombre más fácil les será acercarse a él; pero si es lo contrario, son tan reservados y huraños como los animales silvestres.
Tales cosas pueden ser negadas por el sabio mundanal; pero al fin del mundo, cuando todas las cosas serán reveladas, entonces también se verán avergonzados y corridos los llamados “doctores” y “profesores”, que fueron grandes en su ignorancia: entonces se vera quienes fueron los verdaderamente instruidos en el fundamento de la naturaleza, y cuáles los instruidos simplemente en charla vacía. Entonces conoceremos a los que han escrito conforme a la verdad y los que han enseñado según su fantasía: y cada uno recibirá lo que merezca. No habrá entonces doctores ni magistrados y los que están haciendo ahora mucho ruido estarán entonces muy callados, pero los que hubieren recibido la verdadera inteligencia serán felices. Por lo mismo recomiendo que mis escritos sean juzgados en aquel tiempo cuando todas las cosas se manifestarán y cuando cada uno verá la luz como le fue revelada.
Su actitud respecto del hombre.La mayor parte de los espíritus de la naturaleza repugnan y evitan la compañía del hombre, y no es extraño que así sea, pues para ellos el hombre es un devastador demonio que destruye y despoja por doquiera que pasa. A sangre fría y a veces entre horribles tormentos mata el hombre a las hermosas criaturas de que los espíritus de la naturaleza gustan cuidar. Abate los árboles, siega las hierbas, arranca las flores y desidiosamente las echa para que se marchiten. Suplanta la amable vida en el seno de la naturaleza con sus horribles ladrillos y cementos, y la fragancia de las flores con los mefíticos vapores de sus manipulaciones químicas y el ensuciador humo de sus fábricas. ¿Es extraño entonces que los elementales nos miren con horror y se aparten de nosotros como nos apartamos de un reptil ponzoñoso? No solo devastamos cuanto más amable es para los elementales, sino que la mayor parte de nuestros hábitos y emanaciones les desagradan. Envenenamos el suavísimo aire con repugnantes vapores de alcohol y humo de tabaco. Nuestras inquietas e indómitas pasiones levantan un continuo flujo de corrientes astrales que las perturba y enoja con el mismo disgusto que tendríamos nosotros si nos vaciaran encima un cubo de agua infecta. Para los espíritus de la naturaleza la cercanía del hombre ordinario equivale a estar bajo la furia de un huracán que soplara en una sentina.